MOMENTOS COTIDIANOS por Teresita Chavarría

A veces cuando caminamos por las calles no pensamos o no nos proponemos observar a los otros, a veces o por lo general las personas nos parecen normales, pero, qué sucede cuando notamos un cambio en alguien o vemos una diferencia en otra persona que se nos sale de nuestro canon ya sea de «belleza” o lo que podríamos llamar «normal”

Imaginemos que caminamos por el parque y en ese parque aparecieran una serie de personas diferentes como por ejemplo: un gay, un travesti, una persona en silla de ruedas,una persona que camina con muletas, o intercambiando señales en lenguaje «Lesco”, quizás encontrar una personas desnudas o vestidas con atuendos de culturas diferentes como indígenas, orientales, una mujer con burka, quizas un judío ortodoxo, inmigrantes, personas de color, por citar algunos ejemplos, o cualquier persona que nos parezca diferente.

Piénsese que esta en ese lugar, cómo sería su reacción, cómo actuaríamos ante esa diferencia.

Muchas veces aunque sin querer y por alguna condición existe una reacción de choque, es un ejercicio que podría ponerse en práctica.

A veces esa diferencia puede conducirnos a sacar nuestro «lado siniestro” ante lo grotesco que nos parece el otro, lo diferente.

No soy de escribir cuentos, pensé en este tema sobretodo ahora que hay tanta migración de personas a otros países ya sea en Latinoamérica o Europa. En estos días que tanto se habla de subir muros y cerrar fronteras, ese miedo al otro a lo diferente.

Creo que es aplicable el termino de Freud «Unheimlich”, lo que nos parece extraño, lo diferente, lo ominoso.

Y muchas veces se siente miedo a esa diferencia, a lo que rompe con la cotidianidad y viene a generar cambios, muchas veces al rechazo, pero también a veces despierta un deseo de curiosidad o de aceptación según se den situaciones para aprender a aceptar esa diferencia.

Teresita Chavarría


“Proyecto apoyado por el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes”


LA HIJA por José Guillermo Talavera Lucero

El movimiento involuntario vibratorio de sus párpados le indicaba que se aproximaba una crisis, así era desde hacia unas semanas cuando lo descubrió en su cama a solas, mientras dormía algo se acercaba lentamente. Fue un viernes, día en que según su madre era el indicado para la lectura de las cartas, después de la escuela y unas horas en la oficina donde trabajaba como capturista llegaba a su casa, cenaba con alguno de sus cuatro hermanos, se aseaba, veía un poco de televisión y con su hermana menor se dormía, desde muy niña fue miedosa, tímida, esa noche cuando ya toda la ciudad parecía en silencio, ella se despertó o creyó despertarse, instantáneamente el miedo sin saber de donde llegaba, la paralizó, quieta, sin poderse mover, sintió como un gran bulto de carne, pelos y garras se colocaba sobre ella, no podía gritar, ni moverse sólo se abandonó y procuró pensar que estaba en otro lugar, en otro espacio, en otra situación, pero no podía evitar sentir el cuerpo amorfo que tenia encima de ella, después de un tiempo se perdió entre sus sueños, a la mañana siguiente despertó alterada, enojada, revisó entre sus sabanas y todo estaba normal.

Fueron varios años los que pasaron hasta que su madre le confesó que había sido producto de una violación, desde entonces fueron disminuyendo sus miedos pero ella se transformo en una mujer dura, enojada y egoísta.

José Guillermo Talavera Lucero


“Proyecto apoyado por el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes”


DESPUÉS DE COMERCIALES por Carlos Piedrahita

No lo viví, me lo contaron. Parecía una historia de terror, de esas que suelen contarse en noches de fogata. Estaba oscuro y una voz narraba los hechos, una luz intermitente dejaba ver imágenes que ilustraban la historia.

No sé si me quedé congelado o la imagen se detuvo o se hizo más lenta, o los gritos y gemidos del niño hicieron que le prestara realmente atención a lo que estaba(n) pasando. Lo primero que vi, cuando los sollozos llamaron mi atención, fue la imagen de un niño sentado en un andén. Lloraba y miraba hacia el horizonte de lo que parecía una calle de un pueblo fantasma. Su mirada caía nuevamente mojando los pequeños zapatos de tela que parecían recién estrenados. Estaba bien vestido, como si de una ocasión especial se tratara. El círculo que describía la mirada entre el horizonte y los zapatos parecía interminable.

El ruido del motor de un pequeño camión acompañado de un tumulto de personas que se aglomeraban a su alrededor semejando un enjambre de abejas, hizo saltar al niño, como si un resorte lo hubiera lanzado por el aire.

Cuando el camión se detuvo, el niño se abrió paso entre la gente, se detuvo frente a las estacas del camión y reconoció a su padre entre otras personas que yacían en el piso del camión. “Papito porque estas durmiendo allí” le decía mientras se aferraba a los barrotes de madera. “Papito despiértese” le decía en tono suave. “por qué no te despiertas papito, yo quiero que me hables” imploraba la voz entrecortada del niño. “Papito por favor dime algo” insistía la voz que se hacía más fuerte. “Levántate y vámonos a casa”, ahora la voz del niño parecía dar órdenes entre sollozo y sollozo. De repente un descubrimiento hizo que el niño se enfureciera aún más, ahora no contra su padre, sino contra el vacio, contra el silencio. Quien te quito la piernita gritaba el niño y después en tono tranquilizador le decía a su padre: “despiértate que yo te ayudaré a caminar.”

Un movimiento brusco de la cámara que la sacó de la escena me hizo comprender que no era yo el único que se había quedado congelado con el acontecimiento. Las imágenes se esfumaron al igual que el niño y la voz que trataba de ilustrar en forma mecánica lo que las imágenes mostraban cambió de tono mientras decía, quizá irónicamente, “no se queden dormidos volvemos después de comerciales”.

Carlos Piedrahita


“Proyecto apoyado por el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes”


El RACIMO POR LA MITAD por Angeles Pereira

Los niños tienen hambre, mi mujer me reclama que asalto a personas sin dinero, que soy flojo pero es que en este pueblo quién va a tener dinero, la fábrica cerró después que la robamos e hicimos el gran fuego, bailamos como diablos alrededor de la candela, todo en llamas explotando y haciendo ruido. Llamo al Wilmito para que me acompañe al cambural, la hacienda de Ño Candelario, ese viejo desgraciado, la tiene cogida conmigo desde que no lo ayudo a desmalezar. El Wilmito acaba de salir de la cárcel y me dice que ahora forma parte de la banda del Tren de Aragua, que ya no roba cambures, que suyo son los secuestros y brindar protección, quedamos en reunirnos. Me voy con mi hijo mayor, entramos de noche como gatos, y cortamos varios racimos de cambures por la mitad. Ahora me dicen que Ño Candelario montó en furia, que me cuide porque contactó a los del Tren de Aragua, pero yo soy amigo del Wilmito, él me protegerá… Es de noche y el niño no regresa de la escuela, mi mujer está preocupada, me grita que vaya a buscarlo, al abrir la puerta tropiezo con el cuerpo de mi hijo, está colgado por los brazos picado y por la mitad, el Wilmito grita de lejos: «el otro pedazo cuelga del puente que va pa´Caracas”.

*Cambur: voz venezolana para el banano.
*Cambural: zona sembrada de matas de cambur.
*Tren de Aragua: banda de delincuentes conformada por más de doscientos malandros, una de las más grandes de Venezuela, opera en el Estado Aragua y en otros Estados colindantes.

Angeles Pereira


“Proyecto apoyado por el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes”


EL MALDITO por Maria de los Angeles Ortiz Espinoza

Se arrastró con pena doliente hasta su refugio. No podía andar y apenas podía mover sus miembros ultrajados por aquel inmenso ardor que aún le corroía el cuerpo. De su piel no quedaba nada; de su carne permanecía sólo un lamentable esbozo chamuscado de lo que había sido un atlético cuerpo vigoroso. El rencor permanecía, se aferraba a su ser en cada blandengue movimiento que intentaba realizar. El dolor y la rabia lo impulsaban a avanzar, a permanecer; el recordar los gritos de esa muchedumbre colérica que pedía su exterminio por saberlo ajeno. Sí, él era un otro, un maldito, un radiante brujo que se había tornado repulsivo a causa de las brasas.

Se arrastró, continuó arrastrándose hasta entrar es su guarida y alcanzar el espejo: no deseaba otra cosa que percibir en sus aún brillantes pupilas lo que esa horda de imbéciles habían hecho con él. Al ver su reflejo derramó la última de sus lágrimas, una impura, siniestra, una gota de agua salada impulsada por la más detestable de las sensaciones; un ardor distinto le había hecho olvidar el daño físico y sus pensamientos se concentraron en deshacerse de los ignorantes que habían temido al hechicero; de los envidiosos que, al no tener su poder, decidieron acabarlo o intentar hacerlo. Estúpidos: jamás perdería los hechizos, hacia falta más que un par de troncos y un incendio para desterrarlo del mundo. Su belleza se había ido, pero su magia no: él era un mago que aún resplandecía a costa del rencor.

La venganza es vulgar, pero aquello resultaba irrelevante para su odio: todos irían a al hoguera, todos perecerían en el inclemente ardor del fuego.

Angeles Ortiz Espinoza


“Proyecto apoyado por el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes”


EL CADEJO DEL CEMENTERIO GENERAL DE COMAYAGUELA por Nadia Almendares

Esta historia transcurre a principios de siglo XX, en la ciudad de Comayagüela, se cuenta la historia de Clementina Suarez, una jóven de temple y de peculiar belleza. Clementina tenía la costumbre de visitar a su tía abuela Eduviges Cáceres, cada viernes por la tarde, en los alrededores del Cementerio General. Al terminar la visita su tía abuela le daba la bendición y le susurraba al odio –no dejes que los silbidos del viento te lleven, pueden ser engañosos-; Clementina sutilmente sonreía. Llegada la tarde de un tres de Febrero, Clementina perdió la noción del tiempo en una de tantas visitas, le agarro la noche en el camino, justo frente a la entrada del Cementerio General de la ciudad Comayagüela. En su caminata escucho un leve silbido muy sutil, casi acariciándole las orejas. Volteo para ver que era el susurro, giro su rostro hacia la puerta del Cementerio y vio la silueta de un perro blanco; quien gemía, como extraviado. Clementina ignorando los consejos de su tía abuela, decidió auxiliar aquel animal, al acercársele sigilosamente solo vio un destello rojo. Desde aquel entonces no se supo más de Clementina, los pobladores Comayagüela comentaban que aquella muchacha de bella rareza había sido poseída por el Cadejo de las muchachas vírgenes.

Nadia Almendares


“Proyecto apoyado por el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes”


EL DETECTIVE por Eduardo Rocha Galván

El DETECTIVE

El sueño que acababa de interrumpir era sobre la víctima veintiocho y a Navarro le supo, de algún modo, premonitorio; en él, una bestia humanoide y de tonos grisáceos perseguía a una chica –rubia, como las demás– por callejones oscuros hasta obligarla a entrar en un edificio abandonado, donde la criatura asesinaría a la chica para saciar su hambre y necesidad. Navarro había despertado en su despacho, exaltado, hizo una llamada y tras tomar su revólver salió en busca de solucionar aquel caso que ya le había tomado tres meses y grandes cuestionamientos a sus habilidades y capacidad.

Algunos de sus enemigos aseguraban que Navarro había perdido lo de detective debido a cuestiones del corazón. Tuvo que romper varias caras para que aquellas habladurías terminaran, aunque bien sabía que guardaban algo de cierto.

Al entrar al edificio encontró a la criatura encima de lo que quedaba de la chica (Navarro entendió, por ejemplo, las mutilaciones, las mordidas y arañazos, la falta de pechos, de rostro; esa aparente facilidad con que habían sido destazadas esas pobres mujeres).

Sacó su revólver y, aprovechándose de la posición de la criatura, disparó. Atinó al costado izquierdo y Navarro también sintió el dolor. No soltó su arma, la sostuvo con una sola mano y dedicó la otra a contener la sangre que ya salía. Fue así como lo supo. En su mente todo encajó. Sabía que aquellas chicas sí guardaban algo en común, fue sólo que no quiso verlo. Todas ellas guardaban un notable parecido con Sofía, su amada, la prostituta que había vuelto a su pueblo unos días antes de que comenzaran aquella serie de asesinatos.

Eduardo Rocha Galván


“Proyecto apoyado por el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes”


DRAGONA por Cristal Estrella Villavicencio Salgado

DRAGONA

Escurre entre el peine y sus dedos el flagelo plateado que evidencia el paso inevitable del tiempo. Quiere prensarlo.  Se enreda y  se confunde con los otros filamentos que aún conservan su pigmento oscuro. ¿Por cuánto tiempo? Mucho menos, desde luego. ¡Qué remotos ya los días en que la melena era sombra abundante, y la sonrisa no hacía surcos en la expresión!  Cuán lejana y olvidada la costumbre de reír. Ahora, han quedado esculpidas las huellas del carácter en una máscara rígida y dura, cuyo semblante motiva la distancia en precaución. Desprende el hilo, lo observa a contraluz y lee en él sus reflejos, su ausencia de color.  Sopla para hacerlo desaparecer en respuesta a la melancolía. Acomoda en un nudo la completa crin opaca y fibrosa para ocultarla toda en el bonete de pitones. Tocado que le alarga la faz en terrorífica imagen que ante el reflejo le complace y aprueba. Los rasgos finos –avejentados y ensombrecidos— son acentuados con un maquillaje sutil que delinea cada facción que, pese a todo, devela su perenne belleza.

Camina hacia la ventana desde donde mira la maleza que se ha apoderado del páramo. Inhóspito paisaje en cuyos rincones sin podar, agonizan las pasadas ilusiones de amor, aventura, riesgo, pasión y vida. Aniquiladas todas las esencias desde sus capullos, han mutado en espinas y arbustos de resentimiento como fiel imagen de su ánima.

Orgullosa de su espejo extiende sus brazos para invocar sus infiernos y alimentar con ello su perversión –así ocurre a todo corazón aislado—. La ermitaña criatura invoca por la ley de atracción sus pesares. Protegida por espesas capas, ha sepultado toda emoción vital restando a su existencia ligereza. Tonel de ira que la sumerge cada vez en un pozo infinito del que sólo podrá emerger corrupta. A la perdida de gozo, una sombra es toda ella, silueta de aspecto diabólico que se funde en una pieza entre adoquines y muros. A veces el personaje la asfixia. Duele. Duele cada centímetro en que avanza al abismo. Más, no baja la guardia. Es obstinada vigilante de su misantropía. En ocasiones en que se licencia a experimentar pasión, convoca con encantos de nereida,  al incauto mocerío. Tributos de lozanía que ella pierde a paso apresurado, avejentada en la  penumbra de la ira. Recuerda cuando grácil jugueteaba compitiendo con las aves, los insectos y el viento. También cuando amó, cuando en cándido vuelo, nacía inspirador su canto. Al galope del jinete sutiles humedades hacen líneas en su rostro. Más, al percatarse de su debilidad, torna a devorar religiosamente sus mantis para devolverse a su anterior estado de viuda. Ya su naturaleza es acechar y atraer a los furtivos amantes que valientes traspasan el bosque de espinos. Heridos mortales, a veces huyen, y otras perecen en el acto.

Siempre, ella, en condición de perpetua solitaria. Poco a poco son menos los atrevidos. Cada vez y paulatinamente ella se arrima a su condición de soledad senil –predecible… ¿indeseable?—. Los encantos se hacen tenues y ya no hay osados que traspasen febriles los linderos. Lo sabe. Por ello, ahora, acecha exponiendo las corolas lozanas de una doncella que aguarda en sueños. Cual carnada la exhibe a los machos y al hacerlo duele, pues es la moza que le ha arrebatado el suspiro y a la que odia, por ser saldo del crimen en que fue sumergida en el lodo cuando aún vibraba placentero su corazón. Apuñalada su alegría por un ladrón que cobijado en la confianza de su inocencia, operó en ella una conversión diabólica que a su fruto hace mártir. ¿Cómo fue que decidió cobrar venganza en inerme criatura? ¿Cómo es que resguardo la castidad en letargo profundo? Devolviendo el favor, golpe a golpe.

Ahora observa al bridón que con jinete se aproxima a su muerte. Prepara sus afiladas garras y crece su figura transmutada en engendro de fuego. Viejo ritual mortal con que entretiene sus anhelos. Danza en que se exhiben cuchillo, garra, fuego y pecho. Ambos contrincantes se atienden con empeño. Ella deseando la muerte, él anhelando el lecho, y entre pares fuerzas, una tesis: “la durmiente permanecerá en su letargo”, el beso de “amor verdadero” habrá de confirmar el supuesto. Pero, antes de probar lo inefable, el vencido gana con la muerte su descanso y no prueba con los hechos el engaño. ¿No es utopía “amar hasta la muerte”, “amar en plenitud”? Sin embargo, en la muerte  yace el truco: la caída del valiente resguarda la quimera. La dragona lo sabe. Lo afirma desde el instante en que mujer amante, perdió su vuelo, traicionada por aquel a quien abrió sus alas.

Esta vez, la dragona se lamenta,  desearía ser vencida y comprobar lo inverso. Está agotada ante su espejo y aunque prolonga su belleza con añeja alquimia, es su alma la que reclama descanso. Duelo que duele en cada triunfo de la razón sobre el mito. Presta atención: un caballero osado ha traspuesto la barrera de agujas. Este día ha encontrado agotada a la bestia. Es su momento, y con discreta sonrisa ofrece abierto el pecho al victorioso. Cae muerta ante el atónito y anodino caballero de hierro. Incredulidad y tensión al momento de la hazaña. Danza que no dio muestra de su antaña lozanía. Se hace el silencio.

Primero cauto, luego presto, camina libre hacia la cámara. El portón se abre y queda al descubierto el tálamo. La joven durmiente permanece inmutable a la visita. Aguarda. Él se aproxima al encuentro añorado. La observa embelesado por su fresca silueta cuya laxitud la hace más apetecible. ¡Oh, aquellos delineados labios sellados y ausentes! La caricia se da lascivia. Todo queda suspenso. Las hojas, las hierbas, el viento, pasan sin ella. ¡El beso no ha despertado a la princesa! El hechizo sobrevive a su conjuro.

Conjuro invocado en plena fiesta cuando la doncella era mostrada al vulgo en plenitud de sus encantos. La hechicera se despliega de su incógnito y en atención a su experiencia prorrumpe:

“¡¡Qué se resguarde el sueño juvenil!! ¡Que quede sin tacha la criatura en profundo sueño! Hasta que el beso de “amor verdadero” haga el encantamiento de acrecentar los tesoros.”

La hechicera sabía de sus efectos. ¡Qué sólo en sueños se habrían de acrecentar los tesoros!

Ahora que la bestia ha desaparecido, las espinas ganan terreno en el baldío y las criaturas de los alrededores continúan su sino. En palacio, nueva algarabía de cantos y risas infantiles porque en  la alcoba se acumulan los críos que curiosos juguetean con la madre durmiente.

Cristal Estrella Villavicencio Salgado

 


“Proyecto apoyado por el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes”


 

UNA VISITA A LA POESÍA EXPERIMENTAL VISUAL Y SONORA

CALIGRAMA


Recuerdos
«Los recuerdos dormidos en esa cabellera»
El texto es un fragmento tomado de la cabellera de Baudelaire

La Partida
«Hasta mis huesos sienten la Partida»
Texto propio

Tu Silueta
«Tu silueta, sólo eso. Tu silueta»
Texto propio


POEMAS VISUALES

POEMA CONCRETO

AUTOR: LUIS GUZMAN

CALIGRAMA

Boca

HojaCopa

Ojo

POESIA VISUAL SONORO

AUTORA: SILVIA ROZSA F.

CALIGRAMA

CAMARA


COLIBRÍ


MAR

POEMA VISUAL SONORO

AUTORA: TANIA DESUCRE

CURSO VIDEO ANTROPOLÓGICO: UNA METÁFORA DEL VIAJE

CURSO VIDEO ANTROPOLÓGICO: UNA METÁFORA DEL VIAJE

El curso Video Antropológico se despliega a partir de un eje que es el vínculo entre quien investiga y las personas con quienes trabaja desde la mediación del video. A lo largo de ocho semanas, cada participante desarrolla una indagación sobre alguna problemática antropológica a elección personal.

Este proceso consiste en una suerte de metáfora del viaje antropológico, un ir al encuentro del otro y de nosotros mismos en un trabajo de campo sostenido.

Estos videos son parte de los ensayos audiovisuales de algunos de los/as alumnos/as en el curso Video Antropológico 2016. A partir de estos tres ejemplos podemos ver la diversidad de estilos de filmación, formas de relacionarnos con las personas durante el trabajo de campo y modos de representación que se pueden desplegar al utilizar la cámara, no como simple herramienta de registro, sino como un proceso de conocimiento.

Cuando utilizamos el lenguaje audiovisual en el trabajo de campo exploramos experiencias, lógicas y dimensiones de los grupos sociales que devienen en una construcción de lo real y del conocimiento, como también en una mirada artística que involucra la incertidumbre, la paradoja, la contradicción y la sensibilidad.

LOS LIMITES IMAGINADOS y las preguntas existenciales

Eugenio Villagra trabajó con un grupo de freestylers que ensayan en el centro de la ciudad de Concepción, Chile. Al ocupar un lugar público como el Palacio de Tribunales para el desarrollo de su práctica corporal, estas personas se tornan parte del paisaje habitual de los transeúntes urbanos, lo cual implicó para Eugenio realizar un ejercicio de extrañamiento (mirar con otros ojos en su primer acercamiento) y luego poco a poco de familiarización con sus rutinas para comenzar a comprender sus lógicas.

Como afirma Marrero Guillamón, el etnógrafo de espacios públicos participa de las dos formas más radicales de observación participante, siendo totalmente participante y, al mismo tiempo, totalmente observador. Puede realizar literalmente el principio de la atención antropológica, que Lévi-Strauss definió como “de cerca y de lejos” y “mirada distante”, ya que al participar de un medio todo él compuesto de extraños, ser un extraño lo convierte en uno más.

En su análisis, Eugenio se basó en tres niveles de reflexión que se corresponden con los tres tipos de movimientos del freestyle: “el intruso vs el intimidado | Footwork”, “de ser peligroso a estar en la mira | Toprock” y “el Yo infinito vs los límites imaginarios | Powermove”.

En nuestro curso partimos de un ejercicio inicial que es el del autorretrato filmado, desde la idea de Sartre que es la mirada del otro la que nos hace conscientes de nosotros mismos pues nos objetiva: «Yo soy ese yo que otro conoce. La mirada ajena me sorprende, me descubre mi ser, porque ha conseguido tomar un punto de vista sobre mí y eso es lo que yo no puedo hacer.«

Su ensayo audiovisual es absolutamente reflexivo y existencialista: “Es posible que al campo me haya ido a aprender a mí mismo, más que aprehender a otros. Vine a entender que soy un producto cultural también. Un producto del Chile post dictadura. […] El ir a filmar deja en evidencia el hecho de llevar consigo no sólo una cámara sino una intención. ¿Cuál es? ¿A quién filmo? ¿Qué historia merece ser contada? ¿Con qué mirada?”

Desde una mirada sensible, Eugenio experimenta con el lenguaje audiovisual buscando formas de representar al otro en lo que termina resultando una etnografía poética.

Eugenio Villagra “Los Limites Imaginados” (ensayo completo).

ZEN: Filmar en silencio

Amira Baltézar Rezc desarrolló su indagación audiovisual en torno al budismo zen, en el Templo del Escorpión Negro. El zen se caracteriza por la importancia otorgada al estar presente, y la práctica contribuye a ese estado de conciencia despierta. Como Amira es practicante, su desafío consistió en “hacer zen” de su propio conocimiento del zen, esto es, despojarse de sus propio saber (que operaba como supuestos) para acceder a la perspectiva de las otras personas y conformar una etnografía de la propia comunidad budista a la cual ella pertenece.

Estando en trabajo de campo, comencé a ser mucho más observadora y receptiva a lo que pasaba alrededor, las circunstancias más cotidianas, una persona caminando, lavando o secando un traste, me parecían extraordinarios acontecimientos. Podría describir el proceso como: dejarse atravesar por los otros y por el contexto, en un intento de restarse importancia, abandonarse a uno mismo para liberarse de la distracción y estar más presente, siendo más receptivos a las situaciones y personas que nos rodean.

En este sentido, la práctica del zen se convierte en su propia herramienta de análisis.

Al realizar el ejercicio de filmación en modalidad reflexiva, Amira se encuentra ella misma practicando zazen, entonces filma sentada, en silencio, y su estado meditativo guía su mirada. En su búsqueda no hay conclusiones, aparecen las incertidumbres más que las afirmaciones, “escuchamos” su voz silenciosa en los inserts de textos, asistimos al discurrir de sus pensamientos en su propia vivencia, da la sensación de poder habitar su cerebro y mirar desde sus ojos, y cerrarlos con ella cuando el plano se funde a negro.

Trabajar de un modo reflexivo y deconstructivo implica poner en juego y cuestionar nuestra propia perspectiva como investigadores y también los principios de la lógica científica y documental: la posibilidad de verdad, de objetividad, de ficción, de documental. Lo que se está planteando aquí de lleno son cuestiones epistemológicas acerca de cómo construimos y transmitimos conocimiento.

Amira Baltézar Rezc “El Templo del Escorpión Negro”  (fragmento).

HUAKA KATARI el altar en la autopista

El Huaka Katari, o altar de la serpiente, es un lugar de ofrendas y sanación ubicado junto a una autopista en la ciudad de La Paz, Bolivia. El altar consiste en una roca con dos urnas (el lado blanco y el lado negro, con sus respectivas velas de color o velas negras) y está dedicado al Tío o dios de la oscuridad. Es un espacio de sincretismo donde se fusionan la cosmovisión andina, la economía de mercado y la religiosidad.

Allí se venden velas, coca, cigarrillos, azúcar y cerveza para los visitantes que realizan ofrendas al Tío pidiendo sanación y bienestar.

A lo largo de las ocho semanas del curso, Clorinda Purello realizó su trabajo de campo allí, acudiendo reiteradas veces, en diferentes momentos del día y de la semana, respetando los ritmos y logrando la aceptación de las personas con quienes trabajó. Algunas veces sus idas no resultaban en material audiovisual (ya sea por cuestiones climáticas, de festividades, o por respeto a los tiempos del otro), pero ella misma fue comprendiendo que no lograr un registro no implicaba un fracaso, sino por el contrario: podía ir construyendo un conocimiento muy valioso a partir de estas mismas imposibilidades.

Sumergirse en estas otras lógicas diferentes a la propia sin imponer ni forzar situaciones, es uno de los pilares básicos del trabajo de campo en nuestro curso. Sólo cuando el vínculo con ellos lo permitía, Clorinda filmaba, desde una perspectiva observacional y en ocasiones más interactiva.

Por su experiencia en la realización documental, aprovecha delicadamente las posibilidades del género y desde una mirada cercana, su ensayo nos permite asomarnos a un espacio ritual de gran complejidad y caudal simbólico.

Clorinda Purello “Huaka Katari. El altar de la Serpiente” (fragmento).