Esta historia transcurre a principios de siglo XX, en la ciudad de Comayagüela, se cuenta la historia de Clementina Suarez, una jóven de temple y de peculiar belleza. Clementina tenía la costumbre de visitar a su tía abuela Eduviges Cáceres, cada viernes por la tarde, en los alrededores del Cementerio General. Al terminar la visita su tía abuela le daba la bendición y le susurraba al odio –no dejes que los silbidos del viento te lleven, pueden ser engañosos-; Clementina sutilmente sonreía. Llegada la tarde de un tres de Febrero, Clementina perdió la noción del tiempo en una de tantas visitas, le agarro la noche en el camino, justo frente a la entrada del Cementerio General de la ciudad Comayagüela. En su caminata escucho un leve silbido muy sutil, casi acariciándole las orejas. Volteo para ver que era el susurro, giro su rostro hacia la puerta del Cementerio y vio la silueta de un perro blanco; quien gemía, como extraviado. Clementina ignorando los consejos de su tía abuela, decidió auxiliar aquel animal, al acercársele sigilosamente solo vio un destello rojo. Desde aquel entonces no se supo más de Clementina, los pobladores Comayagüela comentaban que aquella muchacha de bella rareza había sido poseída por el Cadejo de las muchachas vírgenes.

Nadia Almendares


“Proyecto apoyado por el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes”